Strade Bianche Gran Fondo 2017 – Una lección de humildad en Italia.

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Strade Bianche Gran Fondo

 

No tengo por costumbre el publicar las crónicas de mis propias carreras.

Esto no quiere decir que no las escriba pero siempre me ha llamado más la atención el conocer el punto de vista de los demás. Escapar de sus errores e imitar sus aciertos.

Con el tiempo me he dado cuenta de que lo que no se escribe se va perdiendo en la memoria y me he obligado a mí mismo a dejar huella escrita de lo que ha sido mi primera participación en una Gran Fondo.

Este caso es un tanto especial ya que la Strade Bianche Gran Fondo fue una auténtica aventura desde el primer momento con un total de 14 horas de viaje, una furgoneta llena de bicicletas y sus 5 dueños en busca del barro en la Toscana Italiana.

Ya he publicado las crónicas de Alfredo y de Aitor para ver como una misma experiencia puede variar en gran medida, dependiendo del cristal con el que se mire.

Mi único objetivo eran terminarla dignamente, intentar seguir al grupo, ver como ruedo en un pelotón tan numeroso y disfrutar de un fin de semana entre amigos.

No me marqué ningún objetivo de tiempo y estoy seguro de que esto me ayudó a disfrutar la carrera mucho más.

 Vamos con el barro…

Strade Bianche Gran Fondo, 5 marzo 2017

 

Viaje hasta Siena:

Salimos el viernes por la tarde. Nos esperan 7 horas de furgoneta que se me pasan mucho más rápidas de lo esperado, entre chistes, risas y un ambiente muy relajado.

Quizás íbamos demasiado relajados como se probaría en un par de días.

El sábado con bastante mal tiempo nos dedicamos a todos los requisitos necesarios antes de la carrera; hacer la inscripción (con mucha espera), visitar un poco la expo, compra de alguna cosilla y ver lo que nos han puesto en el race-pack.

El «gadget» que anunciaban como regalo en la página web se limitó a una cámara para rueda de 23″

Montamos las bicis y salimos a dar una vuelta por Siena para desentumecer las piernas pero en seguida la amenaza se convierte en realidad y empieza a llover por lo que decidimos acortar la salida y empezar a preparar todo el material para el día siguiente.

Hacemos una cena temprana en un muy buen restaurante que encontramos por casualidad y nos vamos a cama pronto para tratar de descansar.

Como me pasa siempre antes de cualquier carrera, me cuesta mucho conciliar el sueño, no puedo dejar de pensar en la carrera y mi mente no deja de repasar una y otra vez todo el material necesario.

A pesar de ello nunca consigo sacudirme esa sensación de que hay algo que me se me olvida.

 

Strade Bianche Gran Fondo

Aquí está la expedición al completo. Desde la derecha, Alfredo, Aitor, Angel, Carlos y yo.

RELACIONADO: Strade Bianche, crónica de Alfredo González 

 

Día de carrera:

Amanece el domingo y una breve mirada por la ventana confirma nuestros peores presagios; llueve bastante, hace frío y la carrera promete ser un barrizal. Habrá que adaptarse.

A pesar de no haber conseguido descansar más que tres o cuatro horas, me despierto con muchas ganas de coger la bicicleta. Por fin iba a participar en una gran prueba ciclista.

Desayunamos y cargamos pilas cerca del AirBnB que alquilamos en pleno centro de Siena para poco después y tras revisar todo nuestro equipo, dirigirnos hacia la Fortezza Medicea donde se dará la salida.

Por el camino, aprovechamos para tomar lo que serían nuestras últimas fotos limpios en muchas horas. Los ánimos están a tope a pesar del mal tiempo.

 

Strade Bianche Gran Fondo

 

En un «alarde de astucia», he recortado el perfil de la ruta y lo pego en el tubo horizontal de la bici para saber cuando llegarán esos temidos tramos de tierra que tanto caracterizan a esta carrera.

Como verás más adelante, no me duró mucho el invento, no.

Llegando a la línea de salida, me sorprende un poco y me intimida bastante ver la cantidad de ciclistas que hay esperando bajo la lluvia, haciéndome dudar de mis prácticamente nulas habilidades para circular en pelotón.

El tiempo tampoco acompaña y sigue lloviendo haciendo muy incómodos los 15-20 largos minutos que tuvimos que esperar parados bajo la lluvia.

Se nota como el agua empieza a calar lentamente entre las numerosas capas de ropa y mientras no empecemos a pedalear para entrar en calor no hay mucho más que hacer que tratar de resguardarnos bajo una minúscula y abarrotada cornisa.

Los nervios están a flor de piel.

Escuchamos como dan la salida pero como estábamos casi al final del grupo, tardamos un rato en ponernos en marcha.

Allá vamos los cuatro; Alfredo, Aitor, Angel y un servidor!!

Ante tal multitud, no tardo ni 50 metros en quedarme cortado de mi grupo mientras ellos progresan en el pelotón. Pero si ni siquiera he podido enganchar ambas calas a los pedales y ya los he perdido!!

 

“Pues pronto me quedo solo! Me quedan 135 kms en solitario. Pienso”

 

Para mi sorpresa, el grupo se estira enseguida y se puede rodar cómodo, mucho mejor de lo que esperaba. Decido apretar el ritmo e ir pasando gente hasta que enlazo de nuevo con la triple A (Aitor, Angel y Alfredo).

 

Strade Bianche Gran Fondo

 

A los pocos kilómetros Ángel nos dedica una mirada igual que la que Armstrong le lanzó a Ulrich en Alpe D’Huez (Tour del 2001) dando origen a «The Look» y nos abandona empezando su aventura en solitario mientras adelanta a media Italia en su camino a la Piazza di Campino.

Rodando sorprendentemente cómodo y en un pelotón bastante estirado llegamos al km 11 en donde se encuentra el primer tramo de “serrato” como dicen en Italia o «infierno marrón» como digo yo desde entonces.

Se trata de 2.1 km de tierra, ligeramente cuesta arriba y totalmente recto.

Lo veo venir ya desde lejos, me agarro bien al manillar y trato de concentrar en mí la escasa destreza como ciclista de montaña que he podido acumular en los últimos años… pero por suerte el pelotón no hace ningún movimiento extraño ni decelera bruscamente como me esperaba.

La entrada en estos tramos de tierra no es tan complicada como había leído en alguna crónica, ya que el pelotón rueda muy estirado y se puede ver con facilidad el terreno para esquivar los baches o anticipar cualquier movimiento de los demás ciclistas.

 

“Primer tramo de tierra superado con nota, esto va a ser hasta divertido!!”

 

Si algo caracteriza a la Strade Bianchi es que es muy exigente con el material y en este momento pienso que ha sido una gran elección el montar las cubiertas Continental 4 Seasons  de 25″

Tras cada tramo de tierra las secuelas en las bicicletas son claras y las cunetas se llenan de ciclistas tiritando mientras arreglan pinchazos, cosa que será tónica constante durante toda la carrera.

Imagínate reparar un pinchazo empapado hasta los huesos y tiritando de frío…

Continuamos comiendo kms y poco a poco, los chubasqueros, que tan llamativos parecían hace unos kilómetros van desapareciendo tras una fina capa de barro que lo va cubriendo todo, las bicicletas pasan a ser monocromáticas y los dorsales no son más que pequeños rectángulos ilegibles a las espaldas de los ciclistas.

Estamos en un sube y baja constante por un perfil sin grandes desniveles pero muy rompepiernas cuando nos sorprende el segundo tramo de tierra (en el km 20) que es uno de los más temidos de esta edición con sus 4.7 kms y rampas del 10%

Lo pasamos sin muchos apuros ya que a pesar de su dureza, aún vamos muy frescos a estas alturas de carrera.

Del perfil que he pegado al cuadro de la bici no quedan ni los trozos de cinta adhesiva. No me preocupa demasiado ya que al poco de salir ya no se podía leer del barro que tenía. Muy optimista fui cuando lo puse ahí.

Decido ir contando mentalmente los tramos de tierra que vamos dejando atrás para saber cuando llegarán los más duros.

El agua sigue cayendo y alrededor del km 30 ya no siento los pies del frío. A pesar de estar la carrera recién empezada, los abandonos empiezan a ser alarmantemente numerosos y se ven bastantes ciclistas parados en la cuneta, tiritando bajo las mantas térmicas que les daba la organización.
Si miráis las fotos, se puede ver a alguno vestido con culote corto. Yo sigo sin explicarme como esos consiguieron terminar la prueba.

Nos vamos acercando al primer avituallamiento en el km 52 y noto como la carrera empieza a hacer mella en mi bicicleta, sobre todo en las zapatas de freno que se están desgastando a una velocidad de vértigo haciéndome dudar incluso de si podré terminar el día.

 

«Me arrepiento muchísimo de no haber puesto unas zapatas nuevas»

 

Más allá de las zapatas, me preocupa también un ligero ruido que parece ir a más a medida que pasan los kilómetros cuando escucho pasar a Aitor haciendo unos 4 crujidos por pedalada…

Sonrío mientras pienso que por lo visto no voy tan mal y que el día va a ser bastante más duro de lo que se adivinaba en un principio.

Alfredo también tiene su ración de ruidos extraños, ya que un protector de la parte baja del cuadro se le ha despegado y va rozando con la biela a cada pedalada.

Entre los tres parecemos los Trotamúsicos.

El tiempo cambia muy rápido y pasamos de la lluvia al sol y vuelta a la lluvia en un abrir y cerrar de ojos. Al menos tenemos fotos de todos los colores.

 

Strade Bianche Gran Fondo

 

Ahora (en seco y calentito) al ver las fotos, me doy cuenta de los preciosos paisajes de la Toscana italiana. Y digo ahora ya que en su momento no los valoré como se merecían ya que iba clavando las uñas en el encintado del manillar y mirando al suelo mientras daba chepazos de un lado a otro.

 

«Nota mental: La próxima vez levanta la cabeza y disfruta más, mucho más, de lo que te rodea»

 

Al llegar al kilómetro 62, nos encontramos el tramo de tierra más largo de toda la ruta. Son 9.5 kms que empiezan con un par de toboganes para terminar con una dolorosa subida, dando plena razón a aquellos que catalogaban la Strade Bianche como la respuesta italiana a un cruce entre Flandes y Roubaix.

Aquí y ahora me doy cuenta de que esta comparación no era una simple licencia literaria.

Sobrevivimos como podemos a este tramo y salimos a un trozo limpio de carretera que agradezco enormemente ya que el barro empieza a pesar y hasta me cuesta mantener las perneras arriba debido al peso del agua que han absorbido.

Vemos a lo lejos un pelotón numeroso rodando a buen ritmo y decidimos intentar enlazar con ellos para que nos lleven a rueda hasta el próximo tramo de tierra. Para ello, sufrimos durante varios kilómetros en los que, yo al menos, dudo en varias ocasiones de si merecerá la pena seguir apretando o dejarlos ir.

Recuerdo a Aitor diciendo eso de «estamos rodando por encima de nuestras posibilidades«… y quizás tenía razón.

Al final, tras lo que me pareció una eternidad, conseguimos hacer contacto con una rueda trasera en lo que denominaré como el esfuerzo más inútil de esta edición 2017 de la Strade Bianche ya que unos metros después el pelotón entra en un tramo de tierra y se disuelve dejando a cada uno por su lado.

Al vernos solos de nuevo aprovechamos para una parada técnica e ir los tres al baño, que con tantas capas de ropa cuesta lo suyo.

 

Strade Bianche Gran Fondo

 

Se acerca el segundo avituallamiento.

Pero para llegar a él, hay que subir un tramo de tierra corto pero duro de apenas 800 metros con más del 10% de inclinación.

En pleno esfuerzo, una mirada fugaz por encima de mi hombro me muestra un lastimoso rastro de ciclistas agachados sobre el manillar, haciendo zig-zag de lado a lado y tratando de subir sentados, a golpe de riñón para no perder tracción en la rueda trasera.

«Esto empieza a ponerse muy serio!»

Los ruidos van a más y ya se me hace imposible meter el piñón grande por la cantidad de barro que se ha acumulado en el desviador del cambio trasero. Esperemos que no vaya a más.

Recuerdo a algún compañero que pasamos con bicicleta de ciclocrós y ruedas incluso de tacos como las que se usan en montaña, una combinación que ya no me parece tan exagerada como hace unas horas.

Viendo el panorama, empiezo a temer mucho más las bajadas que las subidas. Las zapatas siguen con su firme propósito de descomponerse antes de que acabe el día e incluso me parece que hacen un ruido metálico a su contacto con la llanta.

“¿Estaré frenando con el hierro? Lo dicho, esto va a ser épico!”

No me puedo dejar llevar en las bajadas ya que me arriesgo a sufrir un pinchazo en este terreno tan irregular y además, los cerca de 17 ruidos no identificados que hace mi bicicleta no invitan precisamente a lanzarse a tumba abierta.

Es sumamente complicado el encontrar un par de kilómetros continuados de terreno llano y en los tramos de tierra (especialmente las bajadas) se hace muy duro lo que se conoce como el “washboard effect” que hace botar la bicicleta violentamente.

 

Strade Bianche Gran Fondo

 

Los pedales automáticos ya apenas reconocen las calas que llevo en los pies y se hace cada vez más complicado el engancharse a ellos. El Garmin se me ha reseteado ya tres veces y esta lleva camino de ser la madre de todas las batallas.

En los avituallamientos se agolpan demasiados ciclistas que se paran justo delante de las mesas y sin bajarse de la bicicleta se entretienen comiendo y bebiendo sin prisas imposibilitando el acceso a los demás.

Es un poco caótico y nos vemos obligados a dejar las bicis en la cuneta para ir a recoger algo que nos de fuerzas para lo que nos queda por delante.

No es culpa de la organización pero sí que me gustaría que en el futuro todos pensáramos en los que vienen detrás. Paras, coges lo que quieres y te mueves unos metros para dejar sitio.

 

Strade Bianche Gran Fondo

 

A estas alturas se hace totalmente imposible el comer cualquier cosa sin ese entrañable crujido que te dice que estás masticando arena pero a decir verdad… poco o nada me importó en ese momento.

 

“Si hay que comer tierra pues se come pero esto hay que terminarlo!”

 

En el último avituallamiento aprovecho para echar algo de agua en ambos desviadores del cambio, piñones y zapatas con la esperanza de eliminar parte de la tonelada de arena que se ha adherido a mi bicicleta, pero no parece tener ningún efecto en absoluto.

Nos ponemos de nuevo en marcha y me sorprendo adorando a un nuevo ídolo. El asfalto.

Llevamos ya 100 kilómetros recorridos y se hace ya muy incómodo el pedalear con la ropa tan pesada y sin sentir los pies por el frío. De hecho, los últimos 20 o 25 kilómetros los recuerdo muy duros y monótonos. Siento como me empiezan a flaquear las fuerzas.

El último tramo de tierra es sencillamente brutal.

Una trampa mortal en forma de pared vertical con rampas máximas del 18% compuesta por tierra y gravilla aparece ante mis ojos cuando llevo más de 100 kms en las piernas y unos 10 kgs de agua y barro que no me pertenecen.

Recuerdo que hasta se me escapó una carcajada al ver aquello que llaman subida.

Con el orgullo totalmente intacto y la cabeza bien alta pusimos los tres pie a tierra y empezamos a empujar las bicis por un terreno que se hacía hasta duro el subirlo a pie con las calas puestas.

Solamente vi a un valiente subir aquello sentado, dando latigazos de lado a lado, haciendo «eses» y sumido en jadeos más propios de una película de adultos que de una gran fondo.

 

RELACIONADO: Strade Bianche, crónica de Aitor Henao

 

El camino se convierte en un sube y baja interminable dándote la sensación de pasar una y otra vez por los mismos senderos. Mientras tanto me dedico a buscar con avidez todo los charcos que se cruzan por mi camino en un intento inútil de quitar algo de barro de mi bicicleta, cadena o zapatas.

A medida que nos acercamos a la línea de meta, no puedo quitarme de la cabeza la subida final que da entrada a Siena, ese último km que llevo temiendo casi desde la primera vez que tecleé en Google el nombre de esta carrera hace ya varios meses.

Y es que la Strade Bianche Gran Fondo tiene una curiosa forma de despedir a sus ciclistas, con uno de los últimos kilómetros más duros que te puedas imaginar.

La ciudad de Siena se asienta en la ladera de una colina y aunque las primeras rampas empiezan al 9% por terreno asfaltado, antes de que te des cuenta te encontrarás zigzagueando al 16% de desnivel sobre adoquines mojados.

 

Strade Bianche Gran Fondo

 

La Via Santa Caterina llevaban mucho tiempo esperándonos y es aquí, tras una gran criba, en donde se suele decidir el ganador de la carrera UCI de profesionales, donde Cancellara solía apretar para tomar ese par de metros que le bastarían para trazar en solitario las escasas curvas restantes hasta la línea de meta.

Empiezo a subir mirando hacia el suelo viendo pasar los adoquines, no quiero ver lo que me queda y voy dudando de en qué momento tendré que poner pie a tierra.

La gente haciendo zig-zag de lado a lado, nadie adelanta a nadie, muchos empujando la bicicleta… la escena es épica!

Al final consigo no poner pie a tierra más por orgullo que por piernas. A decir verdad, no es hasta los últimos 5 metros de subida cuando me doy cuenta de que no tendré que bajar y empujar la bicicleta.

 

A partir de 1:16:00 puedes ver la cruel Via Santa Caterina

 

Llego arriba agotado pero pletórico ya que la Strade Bianche Gran Fondo no ha podido conmigo.

No hay tiempo más que para reagruparse y dejarnos llevar por la ligera pendiente hacia la línea de meta en Piazza del Campo donde marcamos un tiempo de 6 horas 56 minutos, solamente 4 minutos antes del corte.

 

 

CONCLUSIONES DE LA STRADE BIANCHE GRAN FONDO:

Ha sido un día mucho más duro de lo que me imaginaba en un principio pero también mucho más divertido y que ha dejado una profunda huella.

Tras esta Gran Fondo, he participado en otras marchas con la misma longitud y ascensión vertical pero concentrada casi exclusivamente en un puerto principal y me han parecido mucho más sencillas que los toboganes de la Toscana.

Si miras el perfil, cómodamente sentadito en el sofá de tu casa, no parece que sea muy exigente, no hay puertos largos y las ascensiones duras no sobrepasan los 5 kilómetros, pero el hecho de no poder fijar un ritmo constante al que ceñirse y ver caer los kms hace que las horas se hagan eternas y las piernas se vacíen muy rápido.

El frío y la lluvia que nos acompañó en esta edición de 2017 endureció muchísimo más la prueba provocando gran número de abandonos.

Como he dicho al comienzo, el tiempo suaviza todos los recuerdos y ahora veo la Strade Bianche con mucho cariño pero con toneladas de respeto. Nunca la infravaloré (recuerdo el miedo, casi pánico que sentía mientras esperaba en la línea de salida) pero sí creo que este día muchos de nosotros rozamos nuestro límite.

Parafraseando a Alfredo puedo decir que,

 

«Una cosa es hacer triatlón y disfrutar del segmento de bicicleta y otra muy diferente es ser ciclista»

 

Si volviese atrás en el tiempo, pensaría mejor sobre el equipamiento necesario. Nuevas zapatas en los frenos, cableado bien tenso, pistas de freno bien limpias, ropa más impermeable y caliente, etc…

Esta carrera es muy exigente también con el material y pasados varios meses sigo pagando el precio. Aquí está la lista de retoques por los que ha tenido que pasar mi bicicleta tras volver de Siena.

  • He tenido que cambiar la cadena que estaba oxidada.
  • Los piñones también tenían puntos de óxido y no bastó desmontarlos y limpiarlos uno a uno.
  • El cableado interno de frenos y cambio estoy seguro de que tiene arena ya que el tacto ha cambiado mucho y hace ruido.
  • Entró agua y arena en los rodamientos de ambas ruedas que he tenido que abrir, limpiar, engrasar y montar de nuevo.
  • El encintado del manillar no salió nada bien parado tampoco.
  • El eje de la horquilla delantera cogió arena y hacía ruido al girar el manillar hacia los lados. Tuve que desmontar, limpiar y engrasar a fondo.
  • Cuatro meses después de la Strade Bianche Gran Fondo, sigo escuchando un crujido de arena al girar el Garmin para montarlo y desmontarlo del manillar aunque a decir verdad… me hace sonreir cada vez que lo escucho.

 

Strade Bianche Gran Fondo

Este es el lamentable estado en el que quedaron nuestras bicicletas.

 

Me quedo con un más que grato e imborrable recuerdo de esta carrera, la recomiendo a todo el mundo que busque un desafío en condiciones y os dejo con una frase que dijo Angel poco después de que cruzásemos la línea de meta:

“Después de lo de hoy, ya podéis decir que sois ciclistas”


Esta crónica forma parte de la trilogía dedicada a la Strade Bianche Gran Fondo formada también por estas otras entradas:

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2 comentarios en «Strade Bianche Gran Fondo 2017 – Una lección de humildad en Italia.»

  1. Alguna de las fotos son muy buenas, quién las hizo?
    Me he leído toda la «Trilogía de la Strade Bianche» que has publicado en el blog… muy buena.

    Responder
    • Muchas gracias «Almantour»,

      las fotos corrieron a cargo de Sportograf, los fotógrafos contratados por la carrera. Me he encontrado varias veces con ellos y hacen unas fotos increíbles, se colocan en los mejores sitios y luego les aplican algún filtro no demasiado artificial de modo que dejan las fotos perfectas.

      La verdad es que siempre hacen las mejores fotos que me he encontrado en cualquier carrera.

      https://www.sportograf.com/en/shop

      Un saludo!

      Responder

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