Y otro año más me sorprende septiembre esperando ese gran pico de forma que no acaba de llegar.
Se van acortando los días lenta pero inexorablemente, escasean las horas de luz y cada vez se hace más complicado salir con la bicicleta antes de entrar a trabajar.
Hay que cambiar el chip y poco a poco empezar a pensar en los sofocones del esquí de fondo o en el barro del ciclocrós. Es el momento de hacer balance de toda la temporada.
Allá vamos:
No he mejorado ninguna de mis marcas personales, no he sabido aprovechar bien las ventajas mecánicas que he incorporado este año en mi bicicleta y a pesar de que haya incrementado un poco mis ritmos de carrera, he empeorado considerablemente en cuando me meto en el agua.
Entreno mejor, pero compito peor.
Sin ningún lugar a dudas, y lo digo sin ironía, ha sido un gran año para mí.
Tú no debes mirar mucho tu Strava… ¡¿Pero cómo te atreves a decir que ha sido un buen año entonces?!
Pues porque otros me lo han regalado.
He vivido en primera persona el debut de dos buenos amigos en este mundo de neoprenos y transiciones y eso me ha hecho reconsiderar (y mucho) mi punto de vista acerca de este deporte.
Me han recordado lo duro que es empezar en esto, las mil y una dudas que tienes al principio, el pánico que no te regala ni una triste hora de sueño la noche antes de saltar al agua pero sobre todo he vivido en primerísima persona la alegría que da cruzar tu primera línea de meta.
Y esto se cumple siempre. Digan lo que digan, la distancia es lo de menos.
Esta es la crónica de un debut más que anunciado y es que del mismo modo que tras leer un par de páginas de la novela de García Márquez ya ves claro que Santiago Nassar tiene los días contados, yo llevaba un par de años esperando a Alfonso.
Él no lo sabía, pero llevaba ya mucho tiempo preparado.
Y es que mucho antes de tener la bici, el Garmin o incluso la motivación, ya tenía la constancia y disciplina espartana que le llevará a completar casi cualquier meta que se proponga.
Así da gusto ver a gente nueva empezar en este deporte, entrenándose con constancia, haciendo muchas y buenas preguntas, siguiendo un buen plan de entrenamiento, pero sobre todo guardando gran respeto por cada una de las distancias.
En esto del deporte hace falta más cabeza y menos épica.
Muchas gracias Alfonso por hacerme vivir tu ilusión como si fuese la mía propia.
El ver esa cara de alegría cruzando la línea de meta me hace pensar que si en algo he podido contribuir a ello, me importa muy, pero que muy poco, el pasarme otro año sin correr por debajo de 4′:30»
Yo me he reconciliado con el triatlón.
MI DEBUT EN UN TRIATLÓN OLÍMPICO: Historia de un éxito personal
Esta historia empieza un buen día de Mayo (¿o quizás fue Junio?) de hace un par de años. Era un día más bien gris y tirando a fresco por la ribera del lago de Zúrich.
Sinceramente, no apetecía darse un baño en el lago, y mucho menos un garbeo en bicicleta bajo la lluvia. Pero aquel día estaba marcado a fuego en el calendario de Diego.
Era su debut en el medio IronMan.
Nos acercamos llenos de curiosidad a Rapperswil a darle nuestro aliento y a ver cómo funcionaba el evento. Cerca de la meta, los atletas sufrían los rigores de un trazado a pie endemoniado, incluyendo las escaleras que suben hasta el castillo de la ciudad.
Las caras de sufrimiento abundaban. Cualquier mímino ánimo que se pudiera transmitir resutaba en un empujón vital para los atletas.
Y fue ahí, entre sufrimiento, dolor, lágrimas y mucha alegría cuando vimos aparecer a Diego en la última recta y superar la meta.
Épico. Reto conseguido. Y, desde ese mismo momento, la semillita estaba sembrada en mí.
Soy una persona que conoce bien sus (muchas) limitaciones a nivel físico, pero también soy consciente de mis fortalezas.
No tengo cuerpo de atleta, ni calidad muscular, ni potencia. No destacaría en ningún deporte, pero me gusta practicarlo. Y soy muy muy muy constante.
Y ése, seguramente, sea el ingrediente básico necesario para preparar cualquier prueba.
Vengo practicando deporte constantemente desde hace años, sobretodo carreras populares. Me gusta también el ciclismo, pero debido a que requiere más tiempo y es más dependiente de la climatología, lo practico menos.
Participé en varias carreras de fondo, culminando con un Maratón hace unos años. El entrenamiento fue exigente, y pasé por fases de dolor de rodillas. En esos períodos, para evitar dañar más las articulaciones, empecé a substituir algún entrenamiento de carrera por sesiones de piscina.
«Tenía, sin darme cuenta, los ingredientes que componen el cóctel de un triatlón»
Pero hacía falta que alguien me empujara.
Ahí entró Diego, primero con su actuación en Rapperswil y después poco a poco, cual hormiguita laboriosa, inoculándome más y más el virus.
Un buen día, me habla Diego del triatlón olímpico de Uster, muy cerquita de casa y trazados llanos. En definitiva, una buena ocasión para debutar o para mejorar marcas, para los más experimentados.
Dudé, y no poco; tuve miedo, también. Pero me inscribí.
Ya no había marcha atrás. Preparé un plan de entrenamiento. No muy exigente en el volumen, pero constante en el número de sesiones.
Me ceñí a él como suelo hacer, con mucho rigor, mucha voluntad y un poco de cabezonería. Los resultados se dejaron ver pronto. Perdí peso y gané fondo. Incrementé las distancias en los entrenamientos de piscina y doblé las sesiones semanales.
También participé en un par de travesías del lago para saborear las amarguras de las aguas abiertas.
Mantuve constantes las sesiones de carrera (mi fuerte), y doblé también las de bicicleta, intentando también incluir alguna sesión larga el fin de semana.
El resultado: seis sesiones semanales durante dos meses, con alguna de ellas dobles para entrenar las transiciones.
Se podía decir que tenía las tres disciplinas controladas, al igual que la transición bici-pie. Sin embargo, nunca conseguí en los entrenamientos dominar la transición agua-bici.
A pesar de no acumular excesivo cansancio en la natación, la salida del agua se me hacía durísima, con mareos puntuales y pérdida general de fuerzas, tanto en brazos como en piernas. Me preocupaba, y mucho.
Las posibilidades de abandono tras la natación eran muy altas.
Sin comerlo ni beberlo, el día de la prueba llega. Los nervios son enormes. La falta de sueño de la noche anterior no ayuda. El miedo a fallar tampoco. A olvidar un gel, el dorsal, o un bidón de agua, al drafting y al emplazamiento de la carpa de sanciones. Y sobretodo, a la salida del agua.
La salida se produce de forma escalonada, de tal manera que pasa un buen tiempo desde que se zambulle el primero hasta que nos toca a nosotros.
Los nervios incontrolados. Las pulsaciones por las nubes.
Y por fin, entramos en el agua. Fue una liberación. De repente, los nervios desaparecen, entras en harina y haces para lo que te has estado entrenando los últimos dos meses. ¡A disfrutar!
La natación transcurre sin sobresaltos. Algún choque, empujón o agarrón, pero nada que se salga de la norma.
El circuito incluía una salida australiana para volver a entrar al agua y afrontar la segunda vuelta.
Ponerse de pie en medio de la prueba me ayudó a calibrar la reacción de mi cuerpo y a preparlo para la transición.
Me llevó unos 35 minutos, que es lo que me venía saliendo en los entrenos. Todo controlado hasta ahora.
Llega entonces el momento más temido. Empiezo a transicionar.
Al salir del agua noto una subida fuerte de pulsaciones, pero intento relajarme y correr tranquilo hasta la bicicleta.
Cuando llego a ella, estaba allí Diego, preparándose para salir. Intercambiamos unas palabras de ánimo, lo cual me ayudó muchísimo a desviar la mente de pensamientos negativos.
Me calzo las calas, pongo el culotte y agarro la bici. Me subo y calibro las primeras sensaciones al pedalear. Son buenas. No hay mareo. ¡Seguimos!
La bici transcurre entre sensaciones agridulces. Me siento cómodo y tengo la sensación de estar rodando rápido, pero me adelantan muchos atletas a una velocidad impresionante.
Casi literalmente, «me arrancan las pegatinas». Decido entonces prescindir del reloj y dejarme llevar por sensaciones.
Hago también un esfuerzo porque no me afecten los adelantamientos. En esta tónica transcurre el tramo de bicicleta, dejándome un cierto cansancio en las piernas y la sensacion final de haber hecho una mala actuación.
Procuro abstraerme y centrarme en mi punto fuerte: la carrera.
Transiciono bien y comienzo a correr, con muy buenas sensaciones al inicio. Buen ritmo, pulsaciones relativamente bajas y adelantando a mucha gente. Termino la primera vuelta con constancia en el ritmo y encaro la segunda.
Las pulsaciones suben por la acumulación de cansancio, pero la meta se toca con los dedos.
Animado por mi chica y el grupo de amigos que nos animaron en todo momento, recargo pilas y afronto el último esfuerzo.
Tomo la última curva y entro en meta con una sensación de euforia adictiva.
¡Conseguido!
Me relajo, recupero pulsaciones y le doy un abrazo enorme a mi chica y a Diego, que estaban esperándome en la meta.
«No sabéis cuánto se necesita y lo que te refuerza recibir los ánimos de tus personas queridas»
Conseguí terminar la prueba en menos de 2h 40min.
Un resultado seguramente modesto para gente más experimentada, pero un éxito colosal para mí.
Me sorprendió ver que, a pesar del mal sabor de boca de la bicicleta, rodé más rápido que nunca antes. Para mi estándar, volé.
Alguna lección aprendida, bastante sudor derramado, pero sobretodo, mucho mucho mucho disfrute después, me siento hoy muy orgulloso de haberme decidido a participar y de haber disfrutado el camino hasta el mismo día de la prueba y durante su trascurso.
«Habrá más sin duda. No lo puedo recomendar suficientemente»
Muy interesante tu relato. ¿En donde fue el triatlón?
La primera vez que cruzas la meta es una sensación indescriptible; euforia, rabia, alegría, nerviosismo,… muy difícil de describir.
Enhorabuena por el logro y sobre todo por ser capaz de ceñirte a tu ritmo de entrenamiento, no ir a la aventura como van muchos.
Salud!
Gracias por tu comentario. El triatlon fue en Uster, muy cerquita de Zurich.
Salud!
Muy buenas,
me identifico plenamente en eso de salir del agua mareado. Mis primeros tris era un manojo de nervios pensando en el momento de salir del agua y llegar a la zona de transición.
Me costaba casi hasta ver a mi familia que siempre me esperaba en ese tramo.
Algo que me ayudó a mejorar esa mala sensación es el mover más rápido las piernas en los últimos metros de la natación, exajerar la patada para forzar al corazón a bombear más sangre hacia las piernas y estabilizar tu torrente sanguíneo ya que en esos momentos llevamos 30 minutos usando solamente el tren superior.
Luego, al tocar tierra no tratar de correr de forma normal sino dar muchos pasitos cortos, al menos por unos metros.
Estos consejos los leí en un artículo de Diario de Triatlon hace unos meses y la verdad es que me han funcionado bien este verano.
http://diariodeltriatlon.es/not/10866/acaba-con-los-mareos-en-la-t1/
Mucho ánimo con este deporte. Ahora que has probado ya estás enganchado sin remedio… 🙂
Buenos consejos! Los probare sin duda en la proxima ocasion. Gracias!
Enhorabuena Alfonso, un debut es algo especial y el tuyo asi se lee.
@ Diego: correr por debajo de 4:30 te refieres a hacer menos de eso en la media distancia o a hacer ritmo en la carrera a piel por debajo de 4’30» en media distancia?
Hola Fran,
me refiero a correr por debajo de 4’30», la verdad es que las comillas lo dejan más claro. Voy a editar el texto 🙂
No es que sea Speedy González como ves, pero vamos progresando poco a poco.
Gracias por pasarte Fran, me alegro de leerte de nuevo.
Es un ritmazo. Yo me conformo con que los calambres post-T2 no me dejen fundido para poder correr en condiciones normales. Veremos a ver si a la tercera va la vencida la semana que viene. Abrazo!
Verás como va bien.
Ojalá no vuelvan esos calambres.
Para tratar de evitarlos prueba a tomar plátanos y avena (potasio), reponer bien los electrolitos (bebida energética), aguacates y moras (vitamina E para limpiar los radicales libres que se pueden acumular en los músculos) y bebe mucho estos tres días que te quedan hasta entonces.
Mucha suerte Fran, ya nos contarás.
me lo apunto todo, muchas gracias!
Muchas gracias Fran! Fue muy especial, emocionente, sin duda.