Todo comenzó en una inocente conversación de móvil de una anodina tarde de sábado.
Ángel tiraba de galones y no se cansaba de mencionar una detrás de otra, multitud de cimas míticas y pruebas de esas que se conocen como las clásicas de primavera, alguna con mucho renombre y otras no tan conocidas.
Los demás tratábamos de asimilar, leyendo casi en diagonal tal cantidad de información.
Pero de repente dejó caer una proposición que ni la misma bailarina del Whatsapp pudo ignorar.
Enlazó muy sutilmente en una misma frase la toscana Italiana, carreteras llenas de polvo y su furgoneta con sitio para cinco bicicletas.
Así nació esta aventura que al final rozó la épica debido a las condiciones tan duras en las que tuvo lugar. Un sufrimiento de toboganes, barro y agua encajado en medio de 14 horas de viaje.
Al final el tiempo suaviza las sensaciones y apaga los detalles pero estoy seguro de que todos coincidiremos en decir que en estos viajes se disfruta casi tanto en la bici como fuera de ella.
Esta serie de entradas (cada uno de nosotros dará su versión) va exclusivamente dedicada a los integrantes de esa loca excursión a la Toscana Italiana en donde Siena y su Strade Bianche nos puso a cada uno en su sitio.
No es mi objetivo entretener y quiero dar las gracias a Alfredo por su relato que me hace revivir tan vívidamente este épico fin de semana.
2017 STRADE BIANCHE GRANFONDO por Alfredo González
Siena, Italia.
Así para empezar se podría definir el fin de semana como un gran fin de semana, de esos que hacen grupo y unen.
Empezamos el viernes a eso de las 16h, con un pelín de retraso apareció el conductor con la furgoneta casi lista, dos bicicletas sin ruedas en el maletero y otras 3 en el portabicis de bola.
En cuanto llegan el resto carretera y manta a Siena, 7 horitas de viaje, sin prisa pero sin pausa.
Llegamos a siena a eso de la 1:30 de la mañana, cogemos las bicis y empieza la primera escalada del fin de semana, cargados como mulas cuesta arriba para llegar al apartamento.
Por el camino unos cuantos tramos de escaleras mecánicas, gracias a dios, con las bicis, maletas y caja de herramientas, una odisea 🙂
Dejamos todas las cosas y salimos a ver si nos dan de cenar en algún sitio. Encontramos una pizzeria abierta, de esas que te venden porciones individuales y allá que nos vamos.
Así para empezar una pizza de jamón y champiñones con una Nastro Azzurro de 660ml,
¿Qué mas se puede pedir?
Nos sentamos en las escaleras del edificio principal de la plaza y nos echamos unas risas mientras cenamos.
El sábado amanecemos relativamente pronto, ducha, nos vestimos y a desayunar. Capuccino y bollería para reponer fuerzas. Decidimos dar un paseo por la ciudad, ver la salida de los profesionales y recoger los dorsales.
Al parecer todo el mundo pensó lo mismo así que tras 20 minutos sin movernos en la cola decidimos volver a casa y coger la bici para ir a dar una vuelta para activar las piernas.
Según llegamos al apartamento, ¡lluvia!
Está bien porque así nos acostumbramos a lo que nos va a esperar el resto del fin de semana.
Al final hicimos unos 15 minutos y llegamos a un cruce donde nos paran porque se supone que pasaban los pros y no podíamos continuar así que decidimos dar la vuelta e ir a por el dorsal.
Recogemos todo, pasamos por la tienda a comprar unos recuerdos y para casa. Ducha rápida y a buscar sitio para comer. Un buen sitio, unos entrantes a compartir y carnaza.
Nos vamos a casa a echarnos un poco y a preparar las bicis, freno trasero ajustado, cinta del manillar cambiada gracias a nuestro super mecánico Angel!
Salimos a cenar intentando no llegar muy tarde a casa y al final no lo conseguimos. Por pura suerte llamamos a ver si tenían sitio para cenar en un pedazo restaurante donde comimos de lujo y pasamos un buen rato.
Después de esto solo queda irse a casa a intentar dormir que en breve suena el despertador.
Me levanto a las 7 sin mucho esfuerzo, preparo la ropa encima de la cama para no olvidarme nada. Salimos a desayunar a la cafetería de al lado de casa, café y bollería con Nutella, volvemos nos vestimos y camino a la salida.
Lluvia, lluvia y mas lluvia. Desde que ponemos el pie en la calle hasta que arrancamos no para de llover. Nos ponemos de los últimos porque no teníamos prisa y no queremos ningún tipo de agobios.
Tardamos como unos 10 minutos en llegar al arco de inicio, con bastante frío, lluvia y algo de viento.
Nos ponemos al final de la gente que había llegado antes que nosotros pero cuando empieza a llover un poco más nos salimos de la carretera y nos ponemos a resguardo hasta que empieza a haber un poco de movimiento y decidimos volver al redil.
Menos de cinco minutos después empezamos a movernos.
El principio de la carrera me hace sentir raro, no sé circular en pelotón y menos aún en uno de ese tamaño, mil ojos puestos en todos lados procurando no tirar a nadie ni que me tiren.

En un principio habíamos acordado ir todos juntos pero desde los primeros metros Ángel se distancia de nosotros empezando a entretenerse con la bici. Como un perro de carreras al que quitas la correa de repente desaparece de nuestra vista, después nos cuenta que ha hecho una remontada espectacular.
Con mucha agua en la carretera, intentando ir los 3 juntos (Diego, Aitor y yo, Carlos no ha podido hacerla debido a una enfermedad pulmonar bastante grave que lo ha dejado tocado) nos vamos acercando con mucho miedo a la primera zona de tierra.
A pesar de todo el miedo que nos habían metido no se producen frenazos ni aglomeraciones, es una zona de tierra compactada que se ha convertido en un camino de barro debido a la lluvia.
Aquí tengo mi primer “problema mecánico”, la pegatina que protege el cuadro de una posible salida de cadena se ha empezado a despegar produciendo un molesto ruido cada vez que la biela pega contra ella, en cuanto lleguemos al primer avituallamiento la arranco.
Poco después se acaba la tierra y volvemos a la carretera, se avecina una subida maja y el primer descanso.
Menuda aglomeración de gente. En lugar de coger algo y dejar espacio la gente se dedica a comer delante de las mesas haciéndonos dejar las bicis a un lado y acercarnos andando.
Procuro comer, beber para lo que se avecina. Quito la maldita pegatina y el ruido desaparece.
A partir de aquí tengo recuerdos de la carrera pero no estoy seguro de que estén en el orden correcto.
Recuerdo la primera vez, de las dos que echamos pie a tierra. A Aitor se le suben los cuádriceps de ambas piernas y se tiene que parar y por contagio sin pensarlo dos veces Diego y yo paramos. Imposible arrancar con esa pendiente y encima sobre tierra. Subimos andando.
Circulando por carretera nos adelanta un grupo bastante bien organizado al que decidimos unirnos al menos durante unos kilómetros pero van demasiado rápido para nosotros y decidimos descolgarnos.

Aprovechando que volvemos a estar solos hacemos una parada para deshacernos de los líquidos sobrantes (que buena forma de decir hacer pis), descansar un poco y comer algo.
Los siguientes kilómetros son por caminos de tierra adelantando y siendo adelantados. En este momento vemos algo bastante raro, una bici en el lateral del camino sin señal alguna de ciclista, esperemos que esté bien y que solo haya sido una parada técnica.
Llegamos al segundo avituallamiento en lo alto de una meseta con subida de tierra y roderas producidas por los coches y el agua.
Parada muy larga para recargar pilas, intentar limpiar un poco el cambio.
A partir de este punto problemas con la cala izquierda (debería haberlas cambiado) y se me sale la cadena por donde se supone que debería estar la pegatina, se queda enganchada con el cuadro levantando la pintura (¡heridas de guerra!)
La segunda vez que eché el pie a tierra fue en otra subida de tierra con roderas y barro justo después de una curva.
Mientras subía la primera parte me engaño a mi mismo diciendo que la puedo subir entera pero según tomamos la curva y vemos lo que nos queda desistimos.
Poco después vemos por primera y ultima vez el sol, aprovecho que es carretera en buen estado, con sol y sin viento para comer y coger un poco de calor.
La parte final del recorrido, los últimos 30 kilómetros se me hacen eternos, carreteras de ida y vuelta que te dan la sensación de que están ahí solo para sumar kilómetros a la prueba y aumentar el numero de metros de ascenso positivo.
Como hemos acordado desde el principio, nos vamos esperando si alguno se rezaga con la intención de entrar en meta juntos.
Estos kilómetros dentro de la ciudad mientras nos acercamos a la zona amurallada, son lentos (no por decisión nuestra sino de nuestras piernas), aburridos y a la vez estresantes porque se esta acercando la hora limite.
La parte final sí que la recuerdo bien, últimos kilómetros desde la parte baja de la ciudad afrontando la última subida.
Habíamos estado hablando que no íbamos a intentar hacerla montados pues es una subida no demasiado larga pero si muy dura.
Sin pensarlo mucho empezamos a subir poco a poco acercándonos al centro y a lo lejos vemos la cuesta, plato pequeño, piñón grande y a base de riñones empezamos a subir.
Gracias a dios que pasados dos tercios de la subida se ha colocado un fotógrafo y nuestro orgullo no nos permite parar de pedalear mientras exista la posibilidad de que nos hagan una foto.

Pasado ese punto y viendo que Diego no se baja decido que yo tampoco, jajaja.
Una vez arriba los dos esperamos al tercer miembro del equipo y cuando llega vamos cual caballeros medievales volviendo triunfales de las cruzadas circulando en paralelo por las calles casi vacías de la ciudad. Afrontamos la última curva y nos dejamos llevar entrando juntos en meta 5 minutos antes del corte de 6 horas.
Como todas y cada una de las veces que he pasado debajo de un arco de llegada le dedico el momento a mi padre.
Si en ese momento me hubiesen dado algo de dinero por la bici la hubiese vendido inmediatamente pero a día de hoy se me pasa por la cabeza volver a hacerla pero de otra manera.
Me apetece hacerla individualmente, sin tener que esperar a nadie y sin que nadie me espere, tomándome mi tiempo y disfrutando y sufriendo en silencio.
Lo que sí que he aprendido de esta carrera es que por muchos kilómetros que hagas no te puedes considerar ciclista.
Esa gente esta hecha de otra pasta.
- Muchas gracias Alfredo por la crónica y por ir guiando el grupo casi constantemente en un día para recordar.
- Os dejo su cuenta de Instagram para que podáis seguirle y ver más fotos de él: Instagram
Esta crónica forma parte de la trilogía dedicada a la Strade Bianche Gran Fondo formada también por estas otras entradas:
- Strade Bianche Gran Fondo. Crónica de Aitor Henao
- Strade Bianche Gran Fondo. Crónica de Diego García Gil