Todo comenzó en una inocente conversación de móvil de una anodina tarde de sábado.
Ángel tiraba de galones y no se cansaba de mencionar una detrás de otra, multitud de cimas míticas y pruebas de esas que se conocen como las clásicas de primavera, alguna con mucho renombre y otras no tan conocidas.
Los demás tratábamos de asimilar, leyendo casi en diagonal tal cantidad de información.
Pero de repente dejó caer una proposición que ni la misma bailarina del Whatsapp pudo ignorar.
Enlazó muy sutilmente en una misma frase la toscana Italiana, carreteras llenas de polvo y su furgoneta con sitio para cinco bicicletas.
Así nació esta aventura que al final rozó la épica debido a las condiciones tan duras en las que tuvo lugar. Un sufrimiento de toboganes, barro y agua encajado en medio de 14 horas de viaje.
Al final el tiempo suaviza las sensaciones y apaga los detalles pero estoy seguro de que todos coincidiremos en decir que en estos viajes se disfruta casi tanto en la bici como fuera de ella.
Esta serie de entradas (cada uno de nosotros dará su versión) va exclusivamente dedicada a los integrantes de esa loca excursión a la Toscana Italiana en donde Siena y su Strade Bianche nos puso a cada uno en su sitio.
No es mi objetivo entretener y quiero dar las gracias a Alfredo por su relato que me hace revivir tan vívidamente este épico fin de semana.