Como todo triatleta, gran parte de mi material de lectura está relacionado con el triatlón en mayor o menor medida.
Alimentación, entrenamiento, planificación, recuperación física, etc… pero si he de destacar un “género” por encima de todos creo que escogería las crónicas de carreras.
Es una forma perfecta de meterte en la piel de otros triatletas, de ver si esa sería una buena carrera para ti, escoger nuevos retos, aprender de los errores que ya han cometido otros, conocer el terreno o perfil de cada sector y hasta una forma de planificar tu posible táctica.
Recientemente, mi amigo Carlos Muñoz, que compite en el campeonato suizo de triatlón, me comentó la posibilidad de pasarme un par de sus crónicas que escribe en diferentes foros por si me interesaba publicarlas en el blog.
Esto me hizo ver claramente que estos relatos se merecen una categoría aparte.
Es por ello que inauguro hoy esta sección con uno de sus relatos que a mí me han despertado un par de sonrisas, mucho interés y hasta algo de nervios por ver como terminaría en cada ocasión.
Al final de la crónica os dejo su Instagram por si queréis contactarle. Os recomiendo seguirle ya que es bastante activo en la red y sus fotos siempre van muy ligadas al triatlón.
Allá vamos…